Exposición y conversatorio en Centro Cultural Hangar, UAQ


Paisaje, memoria y cultura
El paisaje como pintura de género ha tenido una evolución muy particular, la cual ha respondido no solo a la manera como cambia el entorno, sino también a las formas como el artista se relaciona con el medio desde una perspectiva cultural y sensible.
Esta relación ha propiciado que el paisaje sea considerado como parte de un dispositivo complejo en el que convergen formas de entender y construir la realidad a partir de la percepción, pero sobre todo, de la activación de un intrincado sistema simbólico el cual nos lleva a construcciones visuales en las que la referencia mimética ya solo es un reducto elemental que los artistas, por lo general, trascienden para proponer nuevas realidades visuales apoyadas en conceptos y metalenguajes pictóricos.
En este orden de ideas, la obra que hoy muestran Ana Bertina Hursh y Christian Santana Prinz, confirma el sentido actual del género, el cual no se limita a la recreación del medio ambiente, sino a la construcción visual y espacial emanada de parámetros en los que se congregan naturaleza, individuo y modos culturales múltiples.
Asumiendo el ejercicio de la exploración y la vivencia de entornos diversos, no se limitan a la documentación, sino que entablan un diálogo entre ellos mismos orquestando discursos visuales y conceptuales que parten de la creación derivada del trabajo en binomio mujer-hombre. Este aspecto, entre muchos otros, es sin duda uno de los elementos más interesantes en su propuesta, ya que al reunir dos modos de creación, apuestan al juego de alteración del sentido de autoría abriendo el campo semántico donde la interpretación del paisaje se trastoca dando lugar a complejas interrelaciones de procedimientos plásticos, culturales e imaginarios a partir de la vivencia de contextos espaciales y culturales distintos al propio.
La posibilidad de buscar en lo desconocido un detonante de la emergencia de la identidad, es un recurso que se ha dado a lo largo de la historia del arte. Los artistas viajeros buscan en la extrañeza la opción de encontrar retos de asombro, pero sobre todo, la alternativa de activar la identidad tanto de ellos mismos como la de los espectadores.
Ana y Christian han estado explorando, caminando, viviendo experiencias de entornos lejanos, absorbiendo estímulos sensoriales y modos culturales de adaptación al medio. En su papel de extraños tienen la posibilidad de percibir aspectos que pudieran estar ocultos para los propios del lugar, pero que ante su mirada “ingenua” brotan revelando cualidades inéditas y en consecuencia, nuevas herramientas de relación con el contexto material e inmaterial.
De las experiencias acumuladas ellos han nutrido un acervo de memoria, el cual les ha servido para ampliar sus recursos intuitivos y en consecuencia sus estrategias creativas.
El sentido del género de paisaje en su obra se desborda para abrir, paradójicamente, territorios intimistas, constantes alusiones al individuo enfrentado desde su pequeñez a la magnificencia de lo natural y la complejidad de los entornos urbanos, creando simbiosis e integraciones que permiten confirmar que el paisaje ya no es esa pretensión romántica vinculada a visiones bucólicas, sino un complejo entramado donde la imagen es detonante y evidencia de un proceso adaptativo del ser cultural a su medio.
En la obra de Ana y Christian se confirma que el paisaje como género en la pintura actual ha desbordado sus capacidades representativas para internarse en la proyección de lo esencialmente humano en una relación íntima con la naturaleza y el entorno, confirmando así que no hay nada en nuestro derredor que no sea “tocado” por la relación individuo-cultura.
JULIO CHAVEZ GUERRERO
CDMX a 25 de septiembre del 2018



Fotos: Dirección de Innovación y Creatividad Cultural UAQ